Sólo los necios y cobardes son capaces de negar la realidad, es por ello que hoy día cuando el país se encamina a la peor crisis económica de la historia, nuestra responsabilidad como ciudadanos nos pesa más que nunca.
Atrás quedaron los insultos al uniforme, que Blanca Ibáñez hizo en su breve reinado, o las corruptelas del periodo de Caldera II. Lo de ahora es represión a la protesta, allanar la alcaldía metropolitana elegida por el voto popular, desviar recursos de Mercal o de cuanto instituto civil sea administrado por uniformados y de servir de respaldo al tirano, en un proyecto de destrucción del aparto productivo. El lacayismo lo llevan entre las charreteras, con el descaro del cobarde, con la desgracia del traidor.
El ejercito forjador de libertades murió con los comandantes enterrados en el panteón nacional, y la dignidad de la bandera la ensuciaron con las cuentas en dólares del exterior. El honor desteñido con la sangre de los protestantes es un recuerdo lejano e incomodo para quienes aplauden sonrientes a la muerte de la democracia.
Los días se vienen sucediendo como en una caravana macabra de injusticias, como presidiendo el final de la dictadura, marcando el destino de la peor banda de corruptos y traidores a la patria, la historia los juzgará por sus errores y omisiones.
El tiempo de Dios es perfecto y los culpables siempre son castigados.
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